Cuatricromía. Confeti, traca y megatrón.


La Permitida estaba cansada de escuchar a todas sus amigas, estaba agotada de tanto lamento. Que si el corsé había encogido en la lavadora, que si el maquillaje y las cremas antiarrugas estaban a unos precios prohibitivos, que si la Samanta había abandonado su inocencia y se había puesto bien brava, que si la Camella ya no traía tuntún y que si lo traía era para ella. La tenían aburrida. Ya quedaban en el olvido aquellas reuniones donde la que no se reía era porque tenía un hangover estilo Sue Ellen. Y lo que en su día era lo más de lo más (lo que tenían en común, que era casi todo) ahora le resultaba, a una extraña y poco creíble cantidad de ellas, lo más mediocre. Se habían metido en el cajón de cualquier tiempo pasado fue mejor y ella estaba hasta la peluca.

Sonaba el móvil otra vez, era la Mangona, y ella hizo como que no lo escuchaba. Le dio al eject y puso Cuatricromía de las Fangoria, el primero de los 4 cedés. Era una caja espectacular, blanca. La portada era una verdadera osadía, una oda inquietante y convulsiva al gusto por lo más estrafalario con tan solo cuatro pinceladas del buen gusto por lo imposible, haciéndolo verosímil – ¡Qué extravagante divinidad! – Se dijo con una sonrisa cómplice. La Olvi estaba sublime y Nacho, tan ideal, le recordó a San Sebastián. ¿Quién pondrá la vela a San Sebastián para que nos perdone la frivolidad...? – ¡Diosas! – gritó cuando pulsó play.

Dramas y comedias arrancó igual que una moto de esas que tanto le gustaban a ella, de las de agarrar con los muslos y dejar volar la melena. Señaló el móvil y cantó: – Si me llamas para lo de siempre, no te molestes, no me interesa ya… –. Se puso delante del espejo y continuó: –Lo repito por si no lo entiendes, me cansa estar triste y no me compensa… ¡más! Estaba dominada por la energía de la canción y se afirmaba con absoluta rotundidad que por fin podía cantar a voz en grito algo que le levantara la moral. Con Piensa en positivo abrió el vestidor y encendió las quince luces del tocador showgirls que devolvía la vida y el toque cabaretero a su habitación con el suelo de peluche rosa y las paredes acolchadas en azul prusia. Se colocó las perchas por delante con los vestidos más de fiesta de canapé, haciendo morros y eligiendo sus posturas más sencillas pero tan eficaces como un valium. Hacía su playback con poco acierto, aún no se sabía las canciones, sólo le salieron las últimas frases: –Ya sé que no es tu estilo, tampoco es el mío, aun así te pido… piensa en positivo. Sonreía. El vestido azul le iría bien. Desfachatez sonó desde el primer momento como un hit de esos que en otras épocas hubieran puesto hasta en el telediario. Y con letra en mano, en bragas y con una cola, se la dedicó a él, a su ex. Él la seguía llamando, lo cual era de lo más normal. Admitía que de alguna forma seguía sintiendo…, pero sin ansias por volver. Si había aprendido algo en la vida, de entre otras muchas filósofas, había sido gracias a Alexis Carrington Colby. Ella sentía desenfrenadamente sus pasiones, pero no se arrastraba por nadie. Dio tres pasos de bailarina y cayó sobre su silla isabelina diciendo… – ¡Qué horror! Para volver a empezar estaba en su lugar, justo para reafirmar sus sentimientos a flor de piel. Grandiosa letra, con unos arreglos para tirarse de los pelos (de gusto), muy go-go disco seventies. ¡Cuánta mano izquierda! No tenía palabras para alabar aquel cedé que terminaba. A saltitos esquivó a sus perritas para poner el segundo cedé.


Se metió en el baño y dejó la puerta abierta, Tormenta solar perfecta se apoderaba de la casa. Es de esas canciones que pareces conocer ya, de esas que con una escucha ya te parecen clásicas, elegantes y poéticas. Es de esas canciones de festival de verano, con coros a los que Fangoria no nos tiene acostumbrados. Una letra arriesgada, perfecta, redonda como la Salvadora. La rebobinó estilo moderno e hizo de Alaska, con la mirada esquiva, los labios carnosos y los pechos mirando al frente. La volvió loca como a Rebeca. Rendez-vous espacial era pegajosa como un merengue, de cambios de equilibrio y alejando el estribillo a años luz del resto, enérgica, muy de subidón, y ella se imaginó en una nave espacial, trastornada, perdida en el espacio, comiendo chocolatinas, pintándose las uñas en color magenta, pulsando el botón de conexión a la tierra sin éxito, confundida y pensando en David Bowie. Abrió el grifo de la ducha y siguió con la composición de las coreógrafas de Jose Luis Moreno alzando la voz como Alaska. Caprichos de un corazón estrafalario y Viaje a ninguna parte fueron la banda sonora de la escena bajo el agua. En la primera, la velocidad, las guitarras tan acertadas, los coros y los grititos la hicieron enjabonarse como una pin-up, casi se resbala. Se afeitó las piernas como si estuviera grabando un corto. Y con la segunda, seducida, sobreexcitada por los cambios de ritmos con tanta garra dejó correr el jabón metiendo barriga, misteriosa y sensual. Le dolía la frase “Al llegar a mi tiempo de descuento” y se dio cuenta de que todavía tenía tiempo, las rebajas estaban a años luz y ella podía permitirse todo. Se secó atropellada por poder cambiar el cedé y no dejar que el silencio se entrometiera en aquel momento. Los dos primeros cedés le habían hecho volar (como el águila que vuela en libertad). Estaba sorprendida, pero sorprendida como Sara Montiel, absolutamente de verdad: “Maaaaarvellous” diciendo las verdades del barquero como Carmen Maura, transparente y definitiva como Chus Lampreave. 

Miró el móvil con tanta alegría desmedida que decidió devolverle la llamada a Rodillas de hierro, sonó el contestador – estaría enfadada y no quiso cogerle–, y le dejó un mensaje…

–Tengo un novio que te vas a quedar muerta – Y después colgó.



Empezó el tercer cedé. Se le antojaron aquellas canciones como si fueran una, en cuatro partes. Unas Fangoria modificadas, con otro traje que le quedaba tan bien o mejor que el anterior. Alaska sonaba diferente, las entonaciones eran totales, los estribillos eran claros y muy manejables. Errores garrafales era más elegante que cualquier ámame o déjame, cálida y delicada explotaba sideral y se venía arriba con cuchilladas triunfales. Ella empezó a maquillarse, en tonos pálidos, quería aparentar control y distancia aquella noche. Pensaba en los Peligros. Lo sé, lo sabes, hay peligros en todas partes… El amarillo la ayudaría a evitarlos. Se puso la pre-base perfeccionadora alisante metida en Cuatricromía, formando parte de las imágenes que se iban formando en su habitación victoriana. El final de la cuenta atrás llegará… Maquillaje compacto efecto seda. El destino está escrito, no se puede modificar ni evitar. No cabía dentro de ella, aquellas letras, aquella armonía la iba a matar... – ¡Asombroso!, ¡Unas canciones bárbaras! – decía como una fan adolescente y obsesiva. Polvos compactos matizantes, colorete iluminador, paleta de sombras, eye liner, perfilador… El espejo devolvía a la Permitida como la Más, y entonces sonó Un robot que no cree en Dios. Entusiasmada se levantó e inició el strike a pose más coordinado de la historia, constante, sistemática, organizada, precisa y con gestos al más puro estilo Avant-garde sus pechos crecieron, su piel se estiró, se hizo portentosa  a la máxima potencia, se afinaron sus alharacas, se estilizaron sus miradas y se manifestó con una fuerza excesiva su irradiación de máximo Know-how que dejaría a las amigas sin palabra que usar. Fue una explosión sin precedentes, sin parangón. Una nueva moda llevaría su nombre, sonó imperial Rompe la cadena, un ataque frontal al aburrimiento y a la monotonía.

Pegaron al timbre cuando se había engalanado con aquel vestido azul eléctrico, su melenaza gobernaba el universo peluquería, su maquillaje centellaba sobre un rostro técnicamente perfecto de reminiscencias prerrafaelitas. Se paró antes de abrir la puerta para cambiar al cuarto cedé. Luego avanzó lentamente hasta la puerta y quedó paralizada como una diosa, levantando las manos mejor que Marlene, y después abrió. Eran la Zurda, Membrilla, Bribona y Taka Taka, eran una foto (pero foto, foto), no pudieron moverse al ver ante ellas la mejor versión de la Permitida, a sus espaldas sonaba la obra maestra universal Lo tuyo no es normal, entre hienas, arañas, gambas, grullas, loros y pulpos, ella, más ella que nunca, dueña de sí misma y de aquellos lyrics tan de i-m-p-r-e-s-i-ó-n  marcó una diferencia y creó tendencia, no había crítica que hacer a la música, era insuperable, un regalo que debían recibir de un modo inmerecido. Una forma de condonar tantos errores musicales sin perdón. Y punto en boca. Todas entraron al salón decorado de charol y pieles último grito falsas, rodeando a la nueva deidad, la Permitida pasaba a ser la líder, la elegida. El efecto Cuatricromía de su vestido azul, sus uñas magenta, su maquillaje amarillo, su pelazo y su boa negra las dejó constreñidas, entregadas y se quitaron los tacones para después arrodillarse. Ecos de ayer apareció entre las luces como un tema de una belleza insuperable y divida en partes con gran habilidad. ¡Vaya voces! Fue elevada del suelo y como si fuera la cabeza de cartel del la Noche Roxy más y más del casino Tuca-tuca empezó a cantar: hoy me he levantado mejor…, las chicas aplaudían sin cesar, fans, ya eran fans. Se lució tanto o más que Divine en Cosas de hembras y ya hubo un después que hizo desaparecer cualquier antes. Se oía… “Eco, eco, eco…”,eco, eco, eco…”, la aclamaban glorificando su nombre. La Permitida las miraba oyendo El mundo conspira contra ti, temazo tras temazo se iba creciendo, y no se fiaba de ninguna, como sólo le quedaba ganar, excesiva, inmoderada, brutal, feroz, sañuda, fenomenal, implacable y rigurosa (sobre todo rigurosa) entró en su habitación y cogió el revólver. Salió. Se postró sobre una de sus rodillas, como un ángel de Charlie, y disparó  abriendo la boca y guiñando uno de sus ojos, las pestañazas lucieron desde esa perspectiva. Las amigas cayeron como espantapájaras golpeadas por Jason Voorhees. Rió y rió disfrutando la más dulce de las venganzas, un eficaz “aquí mando yo” sin segundas partes.
Sonaba cuatro colores (quizá la mejor canción de la obra, la voz de Alaska se sale, la música vuela, la producción la hace inmensa): ahora ya no siento el miedo interfiriendo con el sonido del firmamento, progresivamente se aleja la realidad…


Requetemagnífico nuevo disco nos entrega Fangoria, más redondo que un CD, cuatro veces mejor que cualquier tiempo pasado (que ya era de lo mejor), buenas letras y melodías (buenísimas), tremendamente variado y lleno de matices, estupendas producciones (todas, si, si todas), fantástico diseño de portada (e interiores) y por supuesto que sí que nos quedamos esperando el directo (y con muchas ganas, con las Nancys por favor). Estamos mucho más que encantados.

 Cuatricromía… Live long and prosper! ¡Discazo!

P.S. Este montón de la palabras están dedicadas a todas las melindrosas, analíticas, peritas musicólogas, evaluadoras críticas y marca-tendencias (que realmente son fans y cantarán estas canciones frente al espejo con ganas) que cada vez que Fangoria saca un disco dicen lo mismo… y lo dejo ahí…

Eco, eco, eco…

i.-

Comentarios

Unknown ha dicho que…
ecooooooooo ecoooooooooooooooo

XDDDDDD

Te habrás quedado a gusto?
Frankie Spellbound ha dicho que…
This kiki is maaaaaarrrbelooouuss!!!

Maravilloso relato, música y sólo pienso ya en la gira....Benidorm, piscinita del low cost, vacaciones,Fangoria en escena....Y A BAILAAAAARRR!!! ;)
Mocho ha dicho que…
Qué totaaaaaaaaal.

Mancanta el amarillo.

Y totalmente de acuerdo con la P.S.

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