Trilogía del Sexo y otros leviatanes. Primera parte (El encargo…) Tomas Barfod: Salton sea


–Aterrizaremos en diez horas –Dijo Lobo justo antes de mirar de reojo a Caramelo –Seleccionado el piloto automático. El tiempo justo para descansar y prepararnos para la rueda de prensa, ¿Estás impaciente?

–Un poco, ¿hablarás tú? –Consultó Caramelo dócilmente empapando sus labios, mirándole inconmoviblemente con sus formidables ojos oscuros casi negros.

Lobo asintió con un insólito semblante, mirando las estrellas, silenciándose, ensimismado. Las coordenadas del mar Salton quedaron marcadas en el navegador. Ya solo quedaba esperar y todo volvería a la normalidad. Setenta y siete días en el espacio habían sido capaces de desencajar sus realidades como puños en universos sigilosos e indómitos, como puños también…

Caramelo se levantó del asiento del copiloto y comenzó a quitarse todo el armatoste que le cubría su cuerpo, moviéndose como una mariposa escapando de su crisálida. El pelo le había crecido mucho, cayó sobre sus hombros justo después de sacudir la cabeza como los perros al salir del agua. Sonrió mostrando los dientes. Lobo permanecía mirando las estrellas, con las manos sobre los muslos. Caramelo se acercó al ordenador y seleccionó el listado de reproducciones, Salton sea, no podía ser más casual. Tomas Barfod, si, el de los WhoMadeWho y su disco experimental, empírico. Una explosión de sonidos electrónicos de esos que ya desafortunadamente nadie se impacienta en componer. Una miscelánea muy comprometida con las infinitas tramas de la cultura de club que bien se pueden bailar o simplemente escuchar de fondo moviendo el pie, apreciando el ritmo. Un toque de pragmatismo y energía. Play.


D.S.O.Y. y Broken glass dieron vida a aquellas últimas horas. Ruidismos y sonidismos post-ambient de músico flamante con unos resultados curiosos, voces cocinadas, deshumanizadas, teñidas, cristales fragmentados, campanillas, triángulos, pistolas láser, sonidos distantes, desconformes… ¿Qué tendrá todo esto que ver con el mar Salton?... Mola.


–Seis de Noviembre, siete y veintiséis de la mañana hora terrestre…, sur de California…, cambio y corto. Buen aterrizaje… –Quedó inmóvil. Unos segundos después dejó todo en su lugar y se levantó, se dio la vuelta y observó con dedicación a Caramelo.

Se acercó muy lánguidamente. A Caramelo le extrañó su comportamiento. Se acomodaba con una expresión que había visto antes, pero nunca tan articulada, tan rígida.

–Estás muy serio, creía que estabas loco por llegar a casa. Llevas días dándole vueltas… –Volvió a sonreír justo antes de quitarse la camiseta interior. No le había dado la luz solar en tantos días que parecía trasparente. Las venas como ríos por sus brazos…, por sus caderas.

Lobo no abrió la boca. Mostró su intenso torso, sus imponentes brazos y pasó sus manos por su cara y su cabeza rapada. Le dirigió su mirada con tanta consistencia que consiguió intimidarle. Realmente se acercó inseguro a él cuando sus respiraciones se mezclaron. Sus miradas se habían entumecido, las manos perdidas esperaban órdenes, inquietas. Came to party, el tercer tema del cedé destapó los silencios amontonados, desnudándolos. Señales estroboscópicas y perfiladas para dar fondo a la superficie del tema más experimental, slow y eficaz… Unieron sus dedos mientras seguían mirándose, inminente.

Caramelo se apartó sutilmente del ciclópeo cuerpo de Lobo, con una mano aún sostenida le gobernó hasta el compartimento, dejándose llevar por no sabía que enigmática sentencia. Su corazón le sacudía como si tuviera una maza e intentara abrirse camino hacia fuera. Sus pensamientos se acumulaban vociferando, haciendo imposible la conexión con su yo racional… Till we die, una pieza pop eléctrico, muy a lo Little Dragon, con magníficos ritmos, palmas, xilófono, armonía de sobra y tiempos estructurados con gran dignidad hicieron de camino hasta el lugar oscuro, el territorio clandestino, donde solo se veía el espacio…


Lobo se apoyó en la espalda trémula de Caramelo, le rodeó con los brazos como si fuera un gigante y le ayudó a dejar toda su piel suave al descubierto mientras se inflamaba como un volcán. Ecstesizing creó un ambiente inquietante, sintetizadores que embriagaban con multitudes progresivas a cámara lenta, con imágenes fraccionadas y con luces cegadoras sobre los primeros besos aplazados. Tomas Barfod hablaba de la decadencia urbana en algún lugar a alguien…, vuela más allá de lo terrenal y se marca un número colmado de emblemas, esplendor y resultados luminosos. Con las voces de Dont understand empezaron a sudar, a ahogarse…


En la pista de aterrizaje ya empezaba a agolparse la gente, amigos, familias y curiosos, medios de comunicación de todo el mundo y un par de cientos de técnicos. Enormes furgones, autobuses. El mar Salton, brillaba en todo su esplendor.

Caramelo gritó por primera vez, no pudo sostener más la pasión y la dejó salir al completo. Tenía la boca abierta, la piel desesperada y las manos, las manos prendidas... Lobo aulló mientras se movía con firmeza y precisión, como si siempre hubiera estado allí. Entre las llamas brotó November Skies, una pieza disco-electro-pop inundada de melodías que con una voz engolosinada les decía: No solo se puede ver lo que viene ahora…, puedo hacer todo…, no solo puedo ver los cielos de noviembre…, lo veo todo…, lo veo todo... La instrumentación alimentaba el movimiento y enaltecía las emociones, un verdadero hit.


–Todo está en su lugar, según lo previsto. La velocidad es la adecuada, preparen procedimiento –Desde la cabina de control todos parecían entusiasmados.

Aether,  el elemento material del que estaba compuesto el llamado mundo supralunar, lo que en tiempos remotos era una hipotética sustancia formidablemente ligera que se creía que ocupaba todos los espacios vacíos como un fluido, se hizo canción, estática y lineal, milimetrada y minuciosa. Grande.

El enloquecimiento de Lobo y Caramelo y su fuego, se crecieron a medida que los cuerpos llegaban a los fondos, cuando el deseo evolucionó a cúspide y el apetito cedió al furor más desordenado, vino solo, huyó el dominio y la cobardía se hizo valerosa, la timidez lasciva y la conexión dejó de ser necesaria, llegó la detonación…

Los estruendos finales se mezclaron con los últimos temas del cedé. Descargas, chispas, fulgores, llamas… Only humans

-Aproximación, quince minutos, ¡Todos a sus puestos!

Histeria de flashes, expectación… Cuando casi se hace el silencio entre la multitud, la nave se hizo llamas ante los ojos atónitos de los allí presentes. Entre gritos, nerviosismo colectivo y con todas las alarmas liberadas la nave aterrizó con toda normalidad, ardiendo.

Tomas Barfod ha dado vida a un álbum tan múltiple y tan cuerdo que resulta abrumadora la primera escucha, no encaja. Estamos educados para toparnos con músicas concebidas como unidad, amasadas por productores fotocopia y si alguien sabe de ritmo y tiempos es un batería experto de un grupo mítico. Un disco notable en tiempos aburridos. Buen trabajo Tomas.

Continuará…

-i.

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